La bellísima orografía de la Provenza francesa y sus tonalidades de color dadas por los distintos cultivos han sido protagonistas muchas veces de paisajes recurrentes tanto en obras de arte pictóricas, fotográficas o audiovisuales. La zona vinícola de Châteauneuf du Pape se encuentra enclavada en esta hermosa región gala que produce vinos apreciados en el mundo entero, y cuyo enoturismo es viaje deseado por amantes del vino de distintos lugares del planeta.

Hay dos maneras de hacer enoturismo: una es trasladarse a la bodega, a las regiones vinícolas, y probar, in situ, los distintos vinos que allí se producen además de disfrutar con los bellos paisajes asociados a la producción de la vid. La población francesa de Châteauneuf du Pape y sus alrededores están dedicados en cuerpo y alma a la producción de vino, y por ende, al enoturismo. En esta zona, la maison Brotte produce un vino singular, Les Hauts de Barville, elaborado con las variedades locales grenache, syrah, mourvèdre. Como otras maisons cercanas, Brotte tiene posibilidad de recibir visitas y acoger al enoturista. La llegada en coche Châteauneuf du Pape es, sencillamente, espectacular. Desde la carretera se vislumbra una estampa de impresión: el fantasmal château, actualmente en ruinas, presidiendo este village, un castillo donde antaño pasaban el verano los obispos que residieron en el Papado de Aviñón, rodeado de extensiones de viñedos. Es en el propio castillo en ruinas donde se reúne la Cofradía del Vino para nombrar a sus nuevos cofrades. ¡No dirás que no es bucólico! ¡La Provence te está esperando!

La otra forma de hacer enoturismo es, lisa y llanamente, beberse un vino. Al igual que al disfrutar de unas burbujas francesas podemos sentir que, por instantes, recorremos los fríos viñedos de la Champagne, al aspirar los aromas de Les Hautes de Barville podemos imaginar los coloridos y hermosos paisajes provenzales.

El vino, creado en 1952 por Charles Brotte a través de un concurso local, recoge la más pura tradición vitivinícola de la zona, un área en la que saben muy bien cómo hacerlo. Y su botella, al igual que la mayoría de los vinos de Châteauneuf du Pape, luce el escudo papal. Además, muestra una curiosa forma que imita la sinuosidad de la vid cuando sopla el mistral.

Las vendimias en la zona son tempranas, comienzan en el mes de agosto y se prolongan hasta un día antes de acabar el verano. Su origen estival no hace en absoluto que su acabado sea otoñal, siendo un vino muy especiado, con fuerte presencia de frutos rojos y negros, típicos del otoño, y con aromas a la ya casi invernal trufa. En mi opinión, es un vino que bien puede ser para tomar al momento de la compra o bien un vino de guarda que, si se mantiene durante un tiempo moderado en botella y bien conservado en nuestra vinoteca, mostrará al completo su personalidad marcando aún más, si cabe, su fuerte carácter maduro.

Les Hautes de Barville es un acompañante ideal de platos de caza, por ejemplo, una becada en salmis, como antaño hacía el mítico Salvador Gallego en su Cenador. Era un plato de gran largura y consistencia gracias al uso de las entrañas de la becada como parte fundamental del fondo, y es aguantado muy bien por este vino con algunos años de crianza en botella (procurar no más de una década), sin decantar, para que se vaya abriendo poco a poco y podamos disfrutar en plenitud de los aromas terciarios. Un pato azulón con bayas de invierno al cassis (también otoñal gracias a la grosella negra), icónico plato de Abraham García, casa también a la perfección con Les Hautes de Barville, quizás requiriendo para este plato algo menos de crianza en botella, abriéndose así la posibilidad de decantar si lo prefieres.

Un vino, en definitiva, que aguanta comidas intensas y sigue resultando apetecible para gozar de un atardecer tomando pequeños bocados de mignardises de chocolate. ¿A qué así también practicas el enoturismo?

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