Por Alba García Laguna
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Estamos acostumbrados a pedir “una botella de vino”, así sin más. En el restaurante, cuando le encargamos a alguien que traiga la bebida para una cena… Sin embargo, existen múltiples formas y tamaños en el mundo de las botellas de vino, y esos dos factores –además del terroir y el proceso de vinificación y envejecimiento del vino- influyen en el elixir que llegará finalmente a nuestra copa.
El tamaño importa
La botella estándar -la que encontramos en el 99% de ocasiones, en vinotecas, restaurantes o supermercados- es la de 75 cl. Sin embargo, existen muchísimas otras. Por un lado, algunas un poco más pequeñas, como la media botella (37,5 cl) o el benjamín, que equivale aproximadamente a una copa de vino (18,75 cl). Estos tipos de botella de vino se están popularizando para el consumo diario, cuando no se quiere abrir una botella que no vamos a terminar de inmediato. Cada vez es más frecuente encontrarlas, e irán ganando mercado en los próximos años.
Pero también existen botellas de vino de capacidad superior. La más habitual, correspondiente a dos botellas, es la magnum (1,5 L). Muchos son los defensores de este tamaño, que reivindican que los vinos evolucionan y se expresan mejor en una botella más grande. Es decir, que incluso si no es el mejor vino del mundo, su paso por una magnum puede enriquecer mucho la experiencia.
Las magnum son relativamente frecuentes, y cada vez tienen más partidarios. En nuestra tienda de vinos puedes encontrar varias, ya sean de champagne francés (Grande réserve premier cru, Cuvée prestige millésimée brut y rosado
o rosé de JM Gobillard et Fils) o interesantes vinos rosados como Grain de Glace o Elixir (ambos procedentes de la mítica apelación Côte de Provence AOC, con la suave y elegante tonalidad que caracteriza a los vinos rosados de la Provenza).
Grande réserve premier cru de JM Gobillard et Fils]
La escalera va subiendo hasta la Jeroboam (3L), como esta de Grande réserve premier cru de JM Gobillard et Fils, la Mathusalem o Imperial (6L) –también disponible del mismo productor-, la Salmanazar (9L), la Baltasar (12L) y la Nabucodonosor (15L), aunque lo cierto es que las más grandes son, generalmente, más complejas de manejar.
Formas más habituales
Las botellas que solemos encontrar en el mercado son, principalmente, la Bordelesa o la Bourgogne. Ambas deben sus nombres a dos de las denominaciones de origen más populares de vinos franceses. La Bordelesa es la más común en nuestro país, cilíndrica, de laterales rectos y hombros marcados. La Borgoña, por el contrario, presenta unos laterales inclinados en suave pendiente. es el primer tipo de botella de vino del que se tiene constancia. Y luego existen bodegas, como La Fiole, de Chateauneuf du Pape, que crean sus propias formas, únicas.
Alba García Laguna
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